El sector de la edificación es un gran emisor de CO2, pero aparecen nuevos productos capaces de mitigar su impacto.
El sector de la construcción vivió una época de bonanza (antes de la crisis de 2008) por el aumento de la demanda. Y es que no solo hay más población, sino que las familias han cambiado: ya no viven tres generaciones bajo el mismo techo. La economía sonríe ante el dinamismo de las empresas del ladrillo, pero, a la vez, el medio ambiente llora. Los gases de efecto invernadero, el uso de agua y recursos energéticos, así como los cambios en el territorio y la generación de residuos son algunos de los problemas que genera esta actividad. Pero existen soluciones para mitigar esta huella en el planeta.
Para reducir los daños en los ecosistemas derivados de la actividad de la construcción sería necesario poner en marcha un plan de choque con enfoques diversos. Uno de esos pilares será el uso de materiales sostenibles. Para llegar a este objetivo, lo más urgente debería ser hallar un compuesto que desplace al hormigón. Según los últimos datos publicados, en todo el planeta se fabrican 4.000 millones de toneladas al año. La producción de su ‘ingrediente’ principal, el cemento, representa un porcentaje aproximado del 7% de las emisiones globales de CO2. En España están registradas unas 30 fábricas cementeras.
«La alternativa reside en recuperar el uso de materiales tradicionales con baja huella ecológica, como la madera y sus derivados, la arcilla, la tierra, la piedra y aislamientos derivados de fibras vegetales».